Monday, September 19, 2011

SABIDURIA, SEGURIDAD VERDADERA

Entonces andarás con seguridad por tu camino, y no tropezará tu pie.
Proverbios 3:23 (LBLA)

En el mundo en que vivimos, experimentamos tremenda inseguridad y desasosiego; sin generalizarlo, casi pudiéramos decir que no hay lugar seguro, muchos de nosotros estamos afanados por nuestra propia seguridad y la de los nuestros. He tenido la oportunidad de viajar en muchísimos lugares, algunos de ellos sumamente inseguros. Nuestra reacción natural es la de vivir y andar temerosamente, todos los momentos del día; asegurándonos de que nadie nos sigue, que las puertas están cerradas con doble candado, que no vamos a lugares inseguros, o que no nos exponemos al mal.

Si el temor que sentimos es el resultado natural de haber logrado un nivel socio-económico alto y sentimos que somos blanco de los celos o las malas intenciones de los demás, sería razonable que tomáramos medidas precautivas. Más vivir atemorizado por lo que pudiera, o no, ocurrir, no es la genuina intención de Dios. Aún en la prosperidad, Dios desea darnos paz y tranquilidad para que la gocemos. Ojala que llegue el momento que aprendamos a descansar en el Dios soberano y todopoderoso, quien nos pueda cuidar y proteger de todo el mal que el mundo querrá hacernos.

Hay momentos en los cuales le he preguntado a Dios: ¿Hasta dónde llega mi responsabilidad propia, y cuando comienza la tuya? He percibido que Dios me ha respondido, ratificándome que cada uno de nosotros somos responsables de andar “prudentemente”, nunca presunciosamente, simplemente porque creemos que Dios nos hace inmunes o invencibles.  Dios nunca será un amuleto de buena suerte que nos proteja de cosas, sino que Él nos ha prometido que en medio de nuestros conflictos no nos dejará o abandonará.

Cada uno de nosotros debemos de considerar nuestros caminos, sabiamente determinar que es lo que debemos o no nos conviene hacer.  Con inteligencia y conocimiento, debemos dejar que nuestro entendimiento espiritual nos guie, alertándonos de los peligros eminentes que pudieran estar frente a nosotros; lamentablemente, por nuestro sentido de responsabilidad o, sencillamente, un emocionalismo hacemos cosas que pudieran ponernos en peligro, así llegando a estar propensos a desviarnos de todo lo que Dios desea hacer en y a través de nosotros en la humanidad.

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